Tedioso corazón agazapado en mi pecho,
que sometes con tus saberes
a mi delicado alma,
poniendo en balanza mis deseos
de llevar a la tumba secretos que guardas.
Mortificas mis días
con tu voz silenciosa,
que a cada instante me susurra
dejando mi cabeza vana.
Pues mi vivir está en tus manos,
que como marioneta moderas,
y mi respirar depende de que evoque
tus palabras dictadas.
¡Si supieras, corazón tedioso,
el daño que tu intención entraña!
pues me postulas a saltar al vacío
o a vivir en soledad eterna.
Y es que atrapas mi felicidad presente,
y maquillas
con dudas su cara,
y con ella me enfrento a la vida insegura,
mientras resquebrajas
mi alma.
Merecido dolor es el mío,
que por sigilos cambié el amor
que con gran tesón tú guardabas.
(Orgav)
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