Mi rincón creativo.

Bienvenido a mi blog llamado: "Mi libro en blanco".
Me presento, mi nombre es Verónica Orozco García, aunque también me puedes conocer bajo el seudónimo Orgav. Soy amante de todo lo creativo: fotografías, ilustraciones, manualidades... Así como la escritura. Me apasiona moldear las palabras junto con los sentimientos para crear historias, eso sí, para todo tipo de lectores, pues me considero una escritura versátil.. Digamos que soy de ese tipo de personas que sueñan despiertas.
Aquí, en mi rincón, podrás encontrar una muestra de todo ello, espero lo disfrutes. Saludos.

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viernes, 11 de mayo de 2012

LA CAPERUZA DE CAPERUCITA ROJA




                                            " LA CAPERUZA DE CAPERUCITA ROJA"

Había una vez, en un pueblecito muy pequeño rodeado de montañas, vivía en una muchacha llamada María. María era muy guapa y muy cariñosa y siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás. En el pueblo era conocida  por el nombre de  Caperucita Roja, la llamaban así por que siempre que  salía de su casa lo hacía con una caperuza de color rojo. Para María era muy especial, era la caperuza de  su abuelita.
Una mañana de otoño, estando Caperucita en el jardín de su casa, sentada al pié de un árbol leyendo un libro, escuchó a su madre que la llamaba:
- ¡Caperucita, Caperucita, ven hija mía, necesito tu ayuda!
Caperucita al escuchar a su madre, se levantó y corrió hacia ella  y le dijo:
- Dime mamá, ¿qué  ocurre?
- Caperucita, hija,  necesito tu ayuda  - le dijo su madre -  necesito que vayas a casa de tía Margarita y le lleves esta ropa que me dio para que se la remendara. El otoño está a punto de terminar y va a llegar el frío y como tía Margarita es ciega, me pidió que se arreglara  para  pasar el invierno.
- No te preocupes mamá, ahora mismo se la llevo - dijo Caperucita muy dispuesta.
- Debes tener cuidado Caperucita - dijo su madre preocupada - no quiero que te ocurra lo mismo que cuando fuiste a llevarle los pasteles y la miel a la abuelita y el lobo intento comeros...
- No te preocupes mamá que el cazador ya le dio su merecido al lobo, no va a pasar nada- dijo Caperucita para tranquilizar a su madre.
Caperucita cogió la cesta con la ropa, le dio un beso a su madre y se puso camino a casa de su tía. La tía Margarita vivía al otro lado del pueblo, cruzando el río  y a Caperucita le encantaba ir a su casa, ¡Era toda una aventura!
- ¡Qué contenta se va a poner la tía Margarita cuando llegue!! - exclamó la muchacha muy feliz.
Lo que no sabía Caperucita era que en las montañas vivía un oso que se pasaba todo el día merodeando por las casas del pueblo para robar alguna cosa y aquella mañana el oso se encontraba cerca de su casa y escuchó todo lo que hablaron ella y su madre y decidió adelantarse e ir a casa de la tía Margarita. El oso estaba encaprichado de la caperuza de la muchacha y había intentado robarla del tendedero en varias veces pero como era tan perezoso, se quedaba dormido y siempre perdía la ocasión. Aquel día, tras escuchar la conversación, pensó que esta vez sería su oportunidad:
- ¡¡Mira que bien!!- dijo el oso-  hoy voy a tener suerte, iré a casa de la tía Margarita y como no me puede ver me haré pasar por Caperucita ¡jajjajaja! - se reía el oso- cuando Caperucita llegue a la casa se llevará tal susto que la caperuza se le caerá  al suelo y ¡¡Por fin será mía!! - dijo el oso muy contento.
Y así lo hizo, mientras Caperucita llegaba al río y con la ayuda del barquero, lo cruzaba, el oso que era grande y astuto y conocía el camino más corto para llegar al otro lado del río, se pudo en camino.
Cuando Caperucita llegó al río se encontró con Mateo, un muchacho que era el barquero, él siempre estaba allí pescando y ayudando a cruzar el río a las personas.
- ¡Buenos días Caperucita!- le dijo Mateo - ¿A dónde vas esta mañana?
- ¡Buenos días Mateo!, voy a casa de mi tía Margarita - dijo Caperucita - tengo que llevarle esta cesta con ropa para el frío invierno.
- ¿Quieres que te acompañe? - le preguntó Mateo
- ¡Oh no! - exclamó Caperucita - mejor quédate para poder ayudar a quien quiera cruzar el río, sí tú te vas los demás no podrán cruzarlo. Mejor espérame a que vuelva y así me ayudas a cruzar de vuelta y si quieres tomamos una taza de café en mi casa.
- ¡ Muy bien, Caperucita! tienes razón, te esperaré y tomaremos esa taza de café. Ten cuidado Caperucita- dijo Mateo.
Mientras Mateo y Caperucita cruzaban el río, el astuto oso ya estaba en la otra orilla y los veía a lo lejos:
-¡Jajajja! - se reía el oso - aun les queda un buen rato, me pondré en camino y llegaré a casa de la tía Margarita antes que Caperucita.
Y así lo hizo, en menos que canta un gallo, el oso llegó a casa de la  tía Margarita y llamó a la puerta.
- Pom, pom, pom!- golpeó la puerta el oso.
- ¿Quién es?- dijo la tía Margarita con una voz muy suave.
- Soy Caperucita, vengo a traerte la ropa que te ha arreglado mi madre para pasar el frío invierno - dijo en oso imitando la voz de Caperucita.
- ¡Ah Caperucita! ¡qué alegría!, ahora mismo te abro la puerta- dijo la pobre mujer.
Entonces tía Margarita abrió la puerta y dejó entrar al oso pensando que era  Caperucita. El oso estaba muy contento porque todo estaba saliendo como lo había planeado.
- ¿Quieres un chocolate calentito Caperucita?
- ¡¡Si tía Margarita!! Muchas gracias - dijo el oso sin olvidarse de ningún detalle, pues Caperucita era muy educada.
Cuando la tía Margarita regresó con el chocolate, se acercó al oso y agarrándole la mano le dio la taza, entonces la tía Margarita se quedó algo extrañada al notar la zarpa peluda del oso, también notó un olor muy raro y dijo:
- ¡Uy, Caperucita, qué olor traes! ¿Qué te ha pasado?
- Si tía es que he tenido que cruzar el río yo sola porque Mateo el barquero no estaba - dijo el oso muy astuto.
- Y Caperucita, ¿qué te pasa en las manos?
- Pues tía es que me he tenido que poner unos guantes porque hace mucho frío.
- Y Caperucita ¿qué te pasa en la voz, la tienes algo rara?
- ¡Ah, si! es que estoy algo resfriada - respondió el oso sonriéndose.
- ¡Oooh, estás resfriada! - dijo la tía Margarita apenada.
Tras escuchar aquello, la tía Margarita se acercó al oso para abrazarle y cuando éste vio que la mujer estaba apunto de descubrirlo  todo, le dio un zarpazo y la tiró al suelo dejándola aturdida. El oso cogió a la pobre mujer, le tapó la boca para que no pudiera hablar y la metió en el armario de su dormitorio. En ese momento, llamaban a la puerta.
- Pom, pom, pom. ¡Tía Margarita!- gritaba Caperucita.
El oso, tras escuchar los golpes y la voz de la muchacha, se puso muy nervioso y se escondió en la cama del dormitorio de la tía Margarita.
- ¡Tía Margarita, tía ! - gritaba Caperucita y entonces empujó la puerta y se abrió.
- ¡Tía Margarita! ¿Estás en casa?
La casa estaba muy silenciosa y oscura y a Caperucita le parecía muy raro.
- ¡Qué raro! la tía Margarita no suele salir a ningún sitio sola, ella no puede ver - dijo Caperucita algo preocupada.
Caperucita empezó a buscar a su tía por todas parte, en la cocina, en la alacena, en el comedor,  incluso en el baño y nada, la tía Margarita no estaba en ningún sitio. Ya sólo le faltaba mirar en su dormitorio. Caperucita se acercó al dormitorio con mucho cuidado pensando que podía ser que su tía estuviese dormida y sin encender la luz, vio en la oscuridad que había alguien en la cama, entonces decidió abrir un poquito la ventana para ver mejor y se acercó a la cama.
- Tía Margarita, ¿estás dormida? soy Caperucita y vengo a traerte la ropa para el invierno, ¿estás bien tía?- decía Caperucita
La muchacha al ver que su tía no respondía se extrañó y decidió destapar la  cama para ver si la mujer estaba bien, tiró de las mantas y de la sábana y ¡¡Zass!! con un gruñido muy fuerte y de un salto, el oso se lanzó hacia Caperucita dándole un gran susto.
- ¡Aaaaahh! - gritó Caperucita y sin más, la muchacha se desmayo.
El astuto oso, se acercó a la niña y al ver que no se levantaba, le tapó la boca para que no pudiese chillar si se despertaba, le quitó la caperuza y  metió a Caperucita en el armario junto con la tía Margarita.
- ¡Bieeeen, bieeen! - gritaba el oso muy contento - ¡Ya tengo la caperuza de Caperucita! ¡Bieeeen!
Y el oso muy contento y con la caperuza en sus manos, salió corriendo de la casa dejando a Caperucita y a su tía metidas en el armario y se marchó al bosque.
El oso se había puesto tan nervioso con aquella situación que estaba cansado y tras jugar con la caperuza un buen rato, decidió  echarse una siesta. Colgó la caperuza de la rama de un árbol y se tumbó junto a una roca a descansar.
La noche se estaba acercando y  Caperucita y su tía seguían encerradas en el armario. Caperucita se despertó y se dio cuenta que estaba encerrada junto a su tía en el armario, se quitó el trapo de la boca y le dijo a su tía:
- ¡Tía Margarita, tía Margarita! ¿Estás bien, tía?- decía Caperucita muy asustada.
Y su tía no respondía ni se movía. Entonces Caperucita empezó a chillar y a dar golpes en la puerta del armario, pero nada.
- ¡Socorroooo, socorrooooo! ¡Estamos encerradas en el armario, socorroooo! - gritaba la muchacha pero nadie les escuchaba.
Mientras esto pasaba en casa de la tía Margarita, Mateo el barquero estaba en la orilla del río esperando a Caperucita y viendo que no venía y que se estaba haciendo de noche, se extrañó y decidió ir a buscarla.
- ¡Qué raro que Caperucita no haya regresado...! Me dijo que la esperara y que tomaríamos una taza de café...
El muchacho se bajó de la barca y se puso a andar por el bosque. Pensaba que quizá Caperucita se había entretenido con su tía y que se le había pasado la noción del tiempo pero de pronto, en la rama de un árbol vio la caperuza de Caperucita y se asustó.
- ¡Pero si es la caperuza de Caperucita! ¿Cómo puede ser que esté aquí? Ella jamás la dejaría en ningún sitio- dijo el muchacho muy asustado.
- ¡Será que le ha pasado algo!.
Mateo se acercó a coger la caperuza y vio al oso allí dormido y sin hacer ningún ruido cogió la caperuza y se marchó. Pensó que debía ir a casa de la tía Margarita para ver si sabía algo de Caperucita.  El oso que era muy perezoso, seguía dormido y  no se enteró de nada.
Cuando Mateo llegó a la casa de la tía Margarita, se encontró con la puerta abierta y se extrañó. Estaba todo en silencio y de pronto escuchó:
- ¡Socorroooo, socorroooo, ayuda!
Era la voz de Caperucita pidiendo ayuda.
- ¡Caperucita! ¿Dónde estás?- gritó Mateo
- ¡Estamos en el armario del dormitorio, estamos encerradas, ayuda Mateo! - gritaba Caperucita.
Y Mateo corrió al dormitorio, encendió la luz y abrió la puerta del armario y allí estaba Caperucita y su tía.
- ¿Quién os ha encerrado aquí dentro?- preguntó Mateo mientras les ayudaba a salir.
- ¡Ha sido un oso, un oso enorme!- gritaba  Caperucita.
- ¿Un oso enorme?- preguntaba la tía Margarita - pero si yo estaba contigo tomando un chocolate y sentí un golpe y me caí al suelo.
- No era yo tía, era el oso que se hizo pasar por mi.
- ¡ Ay Dios, que susto! - dijo la tía con las manos en la cabeza.
- ¿Estáis bien? - preguntó Mateo.
- ¡Si Mateo! ya estamos bien, gracias por tu ayuda- dijo Caperucita muy agradecida.
- Esperad aquí que le voy a dar un escarmiento a ese oso.
Y tras decir esto Mateo se marchó a buscar al oso. Sabía que tenía que ir al bosque donde lo vio, estaba seguro de que estaría aun dormido.
Cuando llegó vio que así era, el perezoso seguía dormido, así que decidió amarrarle los brazos, taparle la boca y así cuando se despertase se llevaría un gran susto. Cuando terminó de amarrar al oso se marchó a buscar a Caperucita y a su tía y les llevaría a casa a tomar un café y a contarle lo ocurrido a su madre.
Mateo, Caperucita y la tía Margarita se disponían a ir al río y al pasar por el bosque se encontraron con el oso. El oso estaba despierto, estaba intentando moverse pero no podía, intentaba dar gruñidos pero nada, no podía hacer nada. Caperucita y  Mateo  junto a la tía  se quedaron mirándole y riéndose Caperucita le contaba a su tía lo que le pasaba al oso y le dijeron:
- ¡Te lo tienes merecido, oso malvado!- gritaba la tía Margarita - verás como la próxima vez no  haces esas cosas.
- ¿Te gusta sentirte así? pues a nosotras tampoco nos ha gustado - decía Caperucita muy enfadada.
- Venga, vamos a casa Caperucita, lo dejaremos así para que escarmiente, no se puede ir por la vida haciendo daño a los demás - dijo Mateo.
Y así fue, Mateo, Caperucita y la tía Margarita, se montaron en la barca, cruzaron el río y se marcharon a casa de Caperucita a tomar una taza de café  y a contarle a su madre todo lo que había pasado.

Y colorín colorado, mi versión de Caperucita Roja... se a terminado.

Escrito por Orgav (Verónica Orozco)







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