Ricitos dorados y los tres osos.
Ricitos dorados era una niña
muy guapa y presumida,
siempre llevaba una flor en el pelo,
y una barra de labios escondida.
Ricitos dorados era
una niña mal educada,
con su curiosidad y su descaro,
en todas las casas del pueblo se la encontraban.
Pero un buen día, Ricitos dorados
su escarmiento recibió,
pues en la casa de los tres osos
la muy descarada se coló.
Maravillada con la limpieza
Maravillada con la limpieza
y lo bien que estaba todo ordenado
sació su sed y su sueño
con todo lo que había preparado.
La sopa estaba servida
y en los tazones aun humeaba,
se acercó a tomar un sorbo
y los tazones dejó sin nada.
Después de tanto comer,
a Ricitos le entró sueño,
a lo lejos vio tres hamacas
que parecían no tener dueño.
La primera era muy grande
y a penas llegaba,
la segunda era muy dura
y no le gustaba,
y la tercera era tan pequeña
que al sentarse,
sintió como se rajaba...
¡¡Y ahora que voy a hacer
con este cansancio que tengo!!
Subiré a buscar una cama
¡¡Y un ratito chiquitito me duermo!!
Subió sigilosa las escaleras
y un gran cuarto se encontró
en el habían tres camas...
¿Y ahora cuál elijo yo?
La primera no le agradó,
pues era muy alta y le mareaba,
la segunda la probó
pero era demasiado blanda,
y la tercera tanto le gustó
que se quedó dormida mientras se relajaba.
Pero pronto los tres osos
del paseo regresaron,
y al abrir la puerta,
sorprendidos se quedaron,
alguien había estado en su casa
y todo lo había desordenado.
Se acercaron a la mesa,
sin saber lo que les esperaba
y se llevaron tal disgusto
que al unísono soltaban:
¡¡Alguien se a tomado mi sopa!!
Papá y mamá oso
a sus hamacas se fueron a sentar,
no entendían que pasaba,
necesitaban pensar,
y el oso más pequeño
muy enfadado se puso a chillar:
¡¡Ayyyy, alguien a roto mi hamacaaaa!!
Pero de pronto un gran ronquido
en todo la casa se escuchó,
y los osos pensaron
que alguien estaba en la habitación.
Los tres osos muy silenciosos
se agarraron de las manos
y uno a uno subieron los escalones
hasta llegar a lo más alto...
Papá oso miró en su cama
pero no se encontró nada,
solo que sus mantas
estaban descolocadas
y dijo:
¡¡Alguien ha estado en mi cama!!
Mamá oso miró en su cama
y tampoco encontró nada
la vio algo deshecha
y con la almohada tirada
y dijo:
¡¡Alguien ha estado en mi cama!!
El oso mas pequeño
a su cama se acercó
y al ver un gran bulto
entre tartamudeos dijo:
¡¡Al-al-alguien ha estado en mi cama
y y y aun está allí!!
Los tres oso muy enfadados
a la cama se acercaron
y dando un gran rugido
a Ricitos dorados despertaron.
La niña al ver a los osos,
con sus dientes asomados,
saltó de la cama de un brinco
y bajó los escalones
en tres grandes saltos.
Después de aquel gran susto,
Ricitos, por fin había escarmentado,
pues no volvió a entrar en ninguna casa
si antes no le habían invitado.
Y colorín colorado... este cuentillo se ha terminado.
Orgav (Verónica Orozco)
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