La niña quería la mariposa. Enamorada de sus colores y de su forma de volar, se le antojó tenerla de mascota.
Caprichosa, no desistió de sus intentos hasta que logró atraparla. La mantuvo un rato entre las palmas de sus manos hasta que encontró un buen sitio para verla sin que se zafase.
Atrapada, la mariposa decidió salvarse haciéndose la muerta; se mantuvo tumbada e inmóvil.
Al abrir las mamos y verla así, la niña sintió un miedo atroz, su querida mascota podía estar muerta... Horrorizada, se lamentó, ¡ya no vería su bello y juguetón vuelo lleno de lindos colores...! Culpable, lloró deseando que se repusiera y prometió dejarla libre.
De pronto, la mariposa, tras ver el buen corazón de la niña, quiso hacerla feliz. Se zafó de sus manos y emprendió un débil vuelo que, poco a poco, fue recuperando toda su fuerza y belleza.
La niña, al ver la mariposa volar, soltó un suspiro de alivio y se sintió afortunada. Aquel día aprendió una importante lección: comprendió que no era necesario poseer la mariposa para disfrutar con ella y que, de ese modo, eran las dos libremente felices.
Texto redactado por Orgav.
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© Orgav
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