En mi espalda ya doblada,
cargada llevo una mochila,
de esas piedras que no tiras
y que a escondidas guardas
en el bolsillo de la cobardía,
pero que en momentos de flaqueza,
esos en los que te haces valiente,
con saña y con firmeza,
en la mochila, vas, las metes.
Qué no es cuestión de grandeza,
el no ir dando pedradas,
si aquellas piedras,
qué con forzado respeto guardas,
las arrojas contra tu ventana.
Yo las porto con esfuerzo,
mientras la espalda aguante,
pero no te sorprenda
si cualquier día de arranque,
cuando vayas a meter una más,
la mochila venza desgarrada,
y las piedras, tus pies aplasten.
Que no es cuestión de ir tirando
piedras al tejado del vecino,
sino que las piedras que se encuentren
y entorpezcan el camino,
cada cual en su mochila las guarde
para apartarlas de su destino,
allá donde a nadie dañen...
Orgav.
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