Aquí les dejo el tercer relato escribo para el grupo Nosotras escribimos cuyo blog es Nosotras, que escribimos.
Espero que les guste.
Un saludo.
Imagen 3. "Escena de Noche" de Pedro Pablo Rubens.
Título: El infante.
Aquella tarde, papá se enfadó conmigo. Regresé a casa con los pantalones rasgados y llenos de barro. Le dije que había sido un soldado de tierra que salvó su vida y la del pelotón gracias a las trincheras, pero él no lo comprendió. Inquirió el porqué de mi comportamiento y no supe que más decir. Me recriminó a voces mi aspecto y el de mi ropa y se marchó, no sin antes darme un bofetón...
Papá no me entendía. Siempre me miraba con ojos extraños y con aquella expresión de rabia, era como si me culpase de algo... Desde que mamá se marchó, creo que dejó de quererme...
Con abuela todo era diferente. Mi vida era diferente... Entré en el salón y allí estaba ella, sentada en la mecedora junto a la ténue luz de una vela. Entre sollozos, me acerqué a ella y la besé.
Sus dedos pulgar, índice y corazón envolvieron mi barbilla y, con aquella dulzura que le caracterizaba, levantó mi cara. En medio de un amago de seriedad, me miró a los ojos y me dijo: "querido, cada día estás más hermoso y más cerca de ser todo un caballero". De seguida, aquella fingida seriedad se rompía con nuestras risas, mientras me apapachaba en su regazo...
Abuela me recordaba a la primavera. Ella siempre olía a flores, a jazmín y azahar... a suave lluvia mañanera... La piel de sus manos era fina, de tacto como la seda y emanaban un calor reconfortante. Cada vez que me acurrucaba entre sus brazos, me hacía sentír seguro, querido... en paz con el mundo. Me hacía olvidar cualquier mal que me hubiera podido pasar...
Tras los besos y los arrumacos, me dijo que fuese a por unas velas y que me sentase a su lado y sin dudarlo, cumplí mi cometido. Entonces, se llevó la mano al bolsillo de su delantal y me dijo: "vamos a ver que tenemos hoy por aquí..." De seguido, sacó la mano bien cerrada, como si no quisiese que se le escapase algo. ¿Estás preparado?- me preguntó- y yo, emocionado, le contesté que sí. Cuando abuela abrió su mano, comenzó la magia...
Abuela no tenía nada en sus manos pero, a su vez, lo tenía todo para mí... Cada tarde, a la caída del sol, con el pretexto de hacerme olvidar las penas endosadas o con la simple intencion de pasar un rato juntos, buscaba en su bolsillo una aventura que contarme, una nueva historia que vivir...
© Orgav (Verónica Orozco García)
Todos los derechos reservados.
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